Salmo Responsorial, del salmo 24: Descúbrenos, Señor, tus caminos.
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Pablo a los corintios 7: 29-31Aclamación: El Reino de Dios está cerca, dice el Señor; arrepiéntanse y crean en el Evangelio.
Evangelio: Marcos 1: 14-20.
¿Proseguimos entonando el
cántico al Señor? ¿Cuánto tiempo dedicamos a contemplar el esplendor de su
belleza? ¿De verdad nos dejamos cautivar por su presencia? Son preguntas que nos
hacen adelantar la reflexión a la que nos invita San Pablo en el pequeño
fragmento de la Carta a los Corintios: “El tiempo apremia”, el tiempo
sigue, y nosotros con él; no cambia, todas las horas del reloj son iguales, en
ritmo acompasado, repetido y sin repetirse, camino circular que no termina.
Avanza sin saberse, regresa y recomienza; cronos imperturbable que nos lleva en
sus alas, ¿hacia dónde?
No es tanto este tiempo el
que interesa, sino el “kairós”, el momento oportuno, la respuesta atinada, la
dirección exacta, la decisión valiente, la que, midiendo el riesgo, se atreve a
recorrerlo, y al hacerlo, sale de la rutina empantanada y traza una senda lineal
que toca el cielo.
Jonás lo había entrevisto,
ese “kairós” de Dios, y tuvo miedo; huyó temporalmente, pero el Señor persigue
hasta alcanzar. Jonás acepta ser portavoz de destrucción y muerte: “Dentro de
cuarenta días Nínive será destruida”. Se apropió la palabra y una ilusión
morbosa lo envolvió, se quedó con el “cronos” y olvidó el “kairós”. Se llenó de
tristeza por el fracaso de sus predicciones; pero Dios no es así: “viendo sus
obras y cómo se convertían de su mala vida…, no les mandó el castigo”, se
mostró como ES, con designios de paz y de perdón. Los ninivitas captaron que el
“kairós” es exacto, y lo aceptaron. Pensemos un momento: ¡Cuánto “kairós”
perdido en nuestro “cronos”!
La súplica del Salmo nos
anima: “Descúbrenos, Señor, tus caminos”, porque solos, nos perdemos en
una absurda maraña de deseos; Contigo, en cambio, hermanaremos el tiempo y la
distancia. Nuestros pasos serán eternidad presente, “porque este mundo que
vemos es pasajero”. ¡Alcánzanos, Señor, haz que lleguemos!
El eterno “kairós” ya se
ha cumplido. Jesús, “en Quien el Padre encuentra todas sus complacencias”,
está entre nosotros, y sale a nuestro encuentro, y nos llama, igual que a
sus discípulos Simón, Andrés, Santiago y Juan. No es necesario el diálogo, la
Presencia lo suple y lo supera. La vocación es clara: “¡Síganme!” En sus
interiores se desató un viento de aceptación y de obediencia. La Prestancia de
Aquel que agrada al Padre, de alguna forma se hizo transparencia, y
“dejándolo todo, lo siguieron”.
El futuro es inédito,
todavía incomprensible: “Los haré pescadores de hombres”. No se
preguntan: ¿qué quieres de nosotros? Comprenderán -¿comprenderemos?- que no
busca sus cosas, sino su ser entero, disponible, para esparcir la Nueva de la
paz, de la concordia, hasta entregar la vida por el Reino.
Repitamos la Oración y
que el Espíritu nos levante en vuelo: “Conduce nuestra vida por el camino de
tus mandamientos para que, unidos a tu Hijo amado, podamos producir frutos
abundantes.”