La Oración de la Bendición de las Palmas., nos advierte
la profundidad del gozo inicial: el por qué de las Palmas: La Alegría de
acompañar a Jesucristo, nuestro Rey y Señor, nos permita reunirnos con Él en la
Jerusalén celestial.
Supuestamente nos hemos preparado con la oración que es
la que nos puede dar el verdadero conocimiento para acompañar a Jesús; con las
obras de misericordia que han abierto nuestros corazones a los hermanos; con el
dominio de nuestras pasiones; con alguna clase de ayuno, especialmente el que
espera el mismo Dios: "que tengas
compasión con el huérfano, la viuda y el forastero..."
El Pueblo sí había abierto los ojos ante las maravillas
que realizaba Jesús, pero más aún a la convicción con que hablaba y actuaba.
Sin duda soñaron con el Mesías libertador, guerrero poderoso, caudillo
invencible..., y la emoción que se desborda les impide ver la verdadera
grandiosidad del Rey paradójicamente "montado
en un burrito." Con sencillez,
pero con inquebrantable honestidad, preguntémonos ¿qué clase de Mesías
esperamos? Si es al Jesús que hemos ido
conociendo por los Evangelios, no correremos el riesgo del desengaño labrado
por vanas ilusiones. Confirmemos nuestro deseo de recibir y "recordar cuanto se había escrito de
Él."
Pidamos al Padre Celestial que nos ayude a comprender y
a aceptar la verdadera humanidad de Cristo. Él es "el primogénito de toda creatura y nuestra meta es tratar de
conformarnos a su imagen."
MISA.
El
Profeta Isaías, el Salmo, el fragmento de la Carta a los Filipenses nos habrán
desconcertado, si no hemos purificado la "falsa imagen de Mesías"
que, quizá, aguardábamos.
Jesús
es el Siervo Sufriente, es el Escucha preferido del Padre, es el Hijo Amado en
quien tiene sus complacencias y ahora lo contemplamos "como desecho de los hombres, sin figura, sin rostro, abatido y
humillado, crucificado y muerto...",
pero no perdamos la perspectiva: "El
Señor me ayuda y por eso no quedaré confundido." La glorificación, imposible dejar de
percibirlo, viene por la obediencia al misterioso designio del Padre, a lo que
es "locura para los paganos y
escándalo para los judíos."
La
meta gloriosa, sin dejar de ser incomprensible, es que, precisamente por eso, "Dios lo exaltó sobre todas las cosas
y le dio un nombre sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda
rodilla..."
Hemos
escuchado el relato de la Pasión según el Evangelio de San Marcos. Hagamos un
largo y respetuoso silencio en nuestro interior; volvamos a recorrerla mentalmente
y digámonos con convicción: Por mí va el Señor a la Pasión, a la Muerte, al
fracaso humano... ¿Cuál es el grito que
surge de mi consideración? ¡Bendito el
que viene en el nombre del Señor! O,
"¡¡Crucifícalo!" Porque me impide vivir según mi parecer,
desaparécelo para que no "torture mi conciencia."
Dejémonos
envolver por el asombro y por ese Amor que no tiene límites y ofrezcamos a Dios
un espíritu "contrito y humillado,
agradecido y comprometido."