“Todo depende de tu voluntad. Señor, nadie puede resistirse a ella”. Es verdad, somos creaturas, “hechura de Dios” que gozaremos de esa realidad tanto cuanto aceptemos que “la creación es una dependencia para la libertad”; no es contradicción, es lo más nuestro de nuestro ser: seremos auténticamente libres desde la total aceptación de nuestra cuádruple relación con Dios: creaturas, contingentes, relativos, hijos e hijas; de no convertirla en vida, aunque nunca dejaremos de ser “hechura de Dios”, nos estaremos resistiendo a su Voluntad; somos los únicos que, usando mal del precioso don de la libertad, podemos romper el plan de Dios: “Ninguna creatura estorba a su compañera, nunca desobedecen las órdenes de Dios”, (Eclesiástico 18: 28), por eso le pedimos que continúe “dándonos más de lo que merecemos y deseamos, perdone nuestras ofensas y nos otorgue lo que necesitamos”, para realizar siempre lo que espera de nosotros.
Por tercer domingo consecutivo encontramos la comparación de la Viña; primero fueron los contratados por el dueño, a diversas horas y comentábamos que nunca es tarde para trabajar por el Reino; después la petición del padre a los hijos para que fueran a trabajar, y con seguridad nos vino a la mente la palabra de Jesús: “No el que me dice, Señor, Señor – ya voy – sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos”; ahora “el canto a la viña”, poema de contrastes, desde el cariño del amado que limpia, prepara, construye, confía y aguarda, hasta le decepción: “¿Qué más pude hacer por mi viña que no lo hiciera?”; los frutos jamás aparecieron.
La reacción es violenta: rompe y derriba, deja esa tierra querida a su propia suerte que, alejada de la mano protectora, producirá solamente “abrojos y espinas”. Israel, “la plantación preferida”, se convirtió en erial porque la justicia ya no encontraba lugar en sus corazones. “El dolor y la tristeza” del Dueño, del Señor, parece que no acaba, sigue buscando frutos en el nuevo Israel, en la Iglesia, en cada uno de nosotros. Que encuentre nuestra súplica humilde: “vuelve tus ojos, mira tu viña y visítala; protege la cepa plantada por tu mano…, ya no nos alejaremos de Ti…, míranos con bondad y estaremos a salvo”. Aquí encontraremos “la Paz de Dios que sobrepasa toda inteligencia”, entonces la fidelidad nos sostendrá para buscar y cumplir “lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable y honroso”. Volviendo sobre la no contradicción: “la creación, una dependencia para la libertad”, hallamos su profundo sentido: somos de Dios y para Dios.
Jesús hace la aplicación de Isaías, la actualiza, compromete a los Jefes del pueblo, y en ellos a todo ser humano, a conocer y reconocer “la historia de la Historia”; nadie es simple espectador, todos somos actantes, libres para aprender y decidir, libres para aceptar y proseguir, libres para escoger o desechar la Piedra que sostenga, con firmeza, el proyecto de casa que queremos. El tiempo aún es nuestro, mientras tengamos tiempo.
¡Señor, Tú nos plantaste, nos has cuidado con un esmero que sólo encontramos en Ti, nos llenas de gracias y oportunidades, iluminas las mentes y enciendes los corazones!, una vez más te pedimos nos des “aquello que necesitamos” para que nunca perdamos el Reino, sino que demos frutos que duren para siempre.