viernes, 9 de agosto de 2013

19° Ord. 11 agosto 2013.



Primera Lectura: del libro de la Sabiduría 18: 6-9
Salmo Responsorial, del salmo 32: Dichoso el pueblo escogido por Dios.
Segunda Lectura: de la carta a los hebreos 11: 1-2, 8-19
Aclamación: Estén preparados porque no saben a qué hora va a venir el Hijo del Hombre.
Evangelio: Lucas 12: 32-48.

En la antífona de entrada pedimos al Señor que “no olvide su Alianza”; ¿cómo puede olvidar algo el Señor?   Mejor deberíamos decir: Señor, haz que recordemos siempre tu Alianza, sobre todo la que es “nueva y eterna, en Jesús a quien entregaste por nosotros”, así hará crecer en nuestros corazones el espíritu de hijos adoptivos y gozar, ya desde ahora, de la herencia eterna.

  Nos dice claramente el escritor de la Carta a los Hebreos: “La Fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera y conocer realidades que no se ven”, y a través del capítulo nos entrega una pléyade de testigos que “murieron firmes en la fe”, no vieron y “creyeron en los bienes prometidos, los vieron desde lejos y se gozaron en ellos”, prosiguieron su camino porque se sabían peregrinos, “añoraban una patria mejor: la del cielo”. Estamos en exacta situación: “vamos de pasada”, pero, como Abraham sabemos que “Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos”, en Él está la seguridad de la vida eterna, donde ya no habrá pena ni llanto, donde llegaremos, en verdad al hombre perfecto. Con esta convicción quedan apaciguados todos nuestros temores. Ciertamente no es claridad meridiana, sino un salto bienaventurado, “que alcanza la buena ventura”, apoyados en el Testigo, así con mayúsculas: Cristo, la prueba increada del Amor del Padre por nosotros.

El Aleluya abre la total comprensión del mensaje que nos deja Jesús en el Evangelio: “Estén preparados porque no saben a qué hora vendrá el Hijo del hombre”. Listos para abrirle a cualquier hora, listos para emprender el vuelo, listos para el desasimiento total, a pesar de que el ser se estremezca y tiemble, recordando siempre, pero más en esa hora incierta que  “Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos”
   
    Jesús mismo nos recuerda: “Salí del Padre y vuelvo al Padre; voy a prepararles un lugar y vendré y los llevaré conmigo”.

Padre, ¿cómo saber que estamos preparados para llegar a tu presencia?; ayúdanos a conocer y reconocer tu paso por nuestro mundo, por nuestra historia, a aquilatar cuanto nos has confiado, para que, con tu Gracia, te entreguemos, como Cristo, nuestra vida.