Primera Lectura: del libro de la Sabiduría 18: 6-9
Salmo Responsorial, del salmo 32: Dichoso el pueblo escogido por
Dios.
Segunda Lectura: de la carta a los hebreos 11: 1-2, 8-19
Aclamación: Estén preparados porque no saben a
qué hora va a venir el Hijo del Hombre.
Evangelio: Lucas 12: 32-48.
En la antífona de entrada pedimos al Señor que
“no olvide su Alianza”; ¿cómo puede olvidar algo el Señor? Mejor
deberíamos decir: Señor, haz que recordemos siempre tu Alianza, sobre todo la
que es “nueva y eterna, en Jesús a quien entregaste por nosotros”, así hará
crecer en nuestros corazones el espíritu de hijos adoptivos y gozar, ya desde
ahora, de la herencia eterna.
Nos dice claramente el escritor de la Carta a los Hebreos: “La Fe es la
forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera y conocer realidades que no
se ven”, y a través del capítulo nos entrega una pléyade de testigos que “murieron
firmes en la fe”, no vieron y “creyeron en los bienes prometidos, los
vieron desde lejos y se gozaron en ellos”, prosiguieron su camino porque se
sabían peregrinos, “añoraban una patria mejor: la del cielo”. Estamos en
exacta situación: “vamos de pasada”, pero, como Abraham sabemos que “Dios
tiene poder hasta para resucitar a los muertos”, en Él está la seguridad de
la vida eterna, donde ya no habrá pena ni llanto, donde llegaremos, en verdad
al hombre perfecto. Con esta convicción quedan apaciguados todos nuestros
temores. Ciertamente no es claridad meridiana, sino un salto bienaventurado,
“que alcanza la buena ventura”, apoyados en el Testigo, así con mayúsculas:
Cristo, la prueba increada del Amor del Padre por nosotros.
El
Aleluya abre la total comprensión del mensaje que nos deja Jesús en el
Evangelio: “Estén preparados porque no saben a qué hora vendrá el Hijo del
hombre”. Listos para abrirle a cualquier hora, listos para emprender el
vuelo, listos para el desasimiento total, a pesar de que el ser se estremezca y
tiemble, recordando siempre, pero más en esa hora incierta que “Dios
tiene poder hasta para resucitar a los muertos”
Jesús mismo nos recuerda: “Salí del Padre y vuelvo al Padre; voy a
prepararles un lugar y vendré y los llevaré conmigo”.
Padre,
¿cómo saber que estamos preparados para llegar a tu presencia?; ayúdanos a
conocer y reconocer tu paso por nuestro mundo, por nuestra historia, a
aquilatar cuanto nos has confiado, para que, con tu Gracia, te entreguemos,
como Cristo, nuestra vida.